¿Cómo eran y qué sentían los antiguos pobladores de Barranquilla antes de ser Villa?
Los hallazgos en el Par Vial de la Carrera 50 en Barrio Abajo revelaron el pasado de antiguos pueblos indígenas que vivieron en la zona antes de la llegada de los españoles.
El rastro de unos seres sensibles, respetuosos de sus muertos y que tenían un alto sentido por la estética se evidenció en una amplia investigación que promovió Transmetro, acompañado por el museo Mapuka, en los hallazgos arqueológicos encontrados en las obras del Par Vial.
Esas voces del pasado cobran aún más importancia en el cumpleaños número 205 de la ciudad, cuando muchos barranquilleros desean conocer los orígenes la ciudad que los vio nacer.
El profesor Javier Rivera, antropólogo de la Universidad Nacional y Doctorado en Arqueología del Museo Mapuka, fue uno de los encargados de estudiar estos vestigios que dejaron antiguos pueblos que habitaron en Barrio Abajo.
“Estaban muy bien adaptados a este tipo de ecosistema de ciénagas y río y además estaban aprovechando una serie de rutas comerciales que es lo que se describe para estos pueblos del Bajo Magdalena”, explicó a Zona Cero, el profesor Rivera.
A mediados del 2015 cuando las obras el Par Vial están ya iniciadas y Transmetro contactó a Mapuka para realizar un proyecto de arqueología preventiva y radicaron la propuesta al Instituto Colombiano de Antropología e Historia, que es la entidad que se encarga de regular todo lo relacionado con arqueología en el país.
Hasta el 2017, este equipo realizó actividades de investigación, monitoreo y rescate de las evidencias vinculadas a la antigua Barranquilla.
Antecedentes
El ingeniero español Antonio Luis Armenta, quien estaba casualmente trabajando en la construcción de un tranvía, en la zona de Barrio Abajo, finalizando el XIX encontró una serie de entierros indígenas que registró y zonificó en un área que él llamó “necrópolis” de los antiguos indígenas en la zona de lo que hoy ocupa Barranquilla. Sin embargo los expertos hoy discuten que esos restos hallados en esta zona hacían parte de un “cementerio” como se creía desde un principio.
En tres anaqueles reposan los hallazgos clasificados en cajas y bolsas que son propiedad del Gobierno Nacional, pero que están bajo la custodia de Mapuka.
Dos ocupaciones
El equipo de trabajo pudo detallar que en el lugar hubo dos grandes ocupaciones con dos tipos de poblaciones muy distintas.
“Lo interesante es que encontramos dos ocupaciones la más antigua vinculada a los grupos indígenas previos a la conquista española y se halló evidencia de la formación del Barrio Abajo hacia la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX”, resaltó Rivera.
Estas dos grandes ocupaciones hablan de momentos muy diferentes en los cuales los habitantes de aquellas épocas tenían una interacción muy distinta con el ecosistema que estaban ocupando del río y el sistema de ciénagas que caracterizan el Bajo Magdalena.
Para la ocupación prehispánica las fechas que obtuvo el personal de Mapuka con pruebas radiocarbónicas, ubican los hallazgos hacia el año 1220 DC hasta el 1395 DC.
Sin embargo, los expertos pueden ampliar la ocupación indígena hasta principios del siglo XVI porque hallaron material cerámico español temprano de los que trajeron los primeros conquistadores a América.
También cuentan con evidencia del periodo Republicano, en la segunda mitad del siglo XIX, que es cuando se da el inicio de la ampliación urbana de Barranquilla.
¿Qué comían?
En el trabajo de arqueología se estudiaron diversas capas de tierra denominadas estratos que contienen sedimentos de varias actividades en un tiempo determinado.
“Encontramos restos de fauna, huesos que nos hablan de la diversidad de animales que existían en la región principalmente peces, mamíferos y reptiles que hacían parte de su dieta diaria”.
Entre los restos estos habitantes tempranos de la ciudad se alimentaban de peces de río como el chivo, el barbul, el bocachico y también hallaron huesos de chigüiros, venados, iguana, tortuga hicotea, babillas y gran variedad de conchas de moluscos.
¿Qué sentían?
La cerámica que se halló en el lugar no solo se le daba un uso doméstico para “cocinar o servir” alimentos sino que otras “eran empleadas para los rituales más importantes de la comunidad como los funerarios”.
“Encontramos enterramientos en urnas pero secundarios que son un segundo enterramiento. Cuando el individuo fallecía lo enterraban y posteriormente sacaban los huesos y los volvían a enterrar y ese último enterramiento fue lo que nosotros encontramos”.
Otro hallazgo “valioso” de la investigación es que estos entierros estaban cerca de las mismas unidades domésticas de las familias que los expertos resaltan como una evidencia “novedosa” porque “el anterior investigador, Armenta no registró las viviendas y él pensaba que era solo un cementerio, pero la gente también vivía allí porque encontramos los basureros de esas casas”, detalló Rivera.
Los antiguos habitantes de Barranquilla tenían una relación muy estrecha entre el mundo de los vivos y el mundo de los muertos.
“Construían lógicas de pensamiento asociadas al dolor y a la partida de los seres queridos y por eso los querían preservar en un segundo enterramiento como respeto a sus muertos y cerca a sus casas como protección y tenencia por la tierra”, indicó el antropólogo.
Se encontraron un total de seis enterramientos en el que se destaca un individuo al que le fue identificada una lesión “asociada a una infección osiomelitis, pero para que se generara esa lesión la persona tuvo que pasar mucho tiempo, lo que nos indica que tenían conocimientos del tratamiento que tenían esas enfermedades. No sabemos cuál, pero tuvo que ser tratado para que haya sobrevivido todo ese tiempo y que la infección haya avanzado de esa manera en los huesos”.
¿Cómo se adornaban?
Una caja de muestras que reposa en el laboratorio del museo contiene parte de las miles de cuentas de collares con las cuáles se adornaban estos hombres y mujeres. Elaboradas en cerámica, arcilla, con creativas formas, el adornarse con accesorios era parte primordial de la estética de estos habitantes.
Los collares los elaboraban con colores vivos como verde y también crearon cuentas de conchas en tonos blancos mostrando un sentido estético en la apariencia que deseaban mostrar.
Las cerámicas muy propias de los pueblos malibúes, mostraban figuras femeninas con sus pechos al descubierto y figuras antropomorfas. Las ánforas más antiguas eran decoradas con los dobles arcos en sus cuencos y figuras en forma de equis.
Comercio
También encontraron elementos líticos, herramientas de piedra, con materias primas que no provenían del área. “Muchas de ellas eran de la Sierra Nevada de Santa Marta y por fuentes etnohistóricas, los cronistas también describían relaciones comerciales con otros pueblos de la región Caribe y al encontrar estas evidencias nos damos cuenta que sí estaban interactuando con otros pueblos”.
¿A dónde se fueron?
Como los especialistas hablan de dos ocupaciones el interrogante que surge es hacia dónde se fueron estos antiguos pobladores de Barrio Abajo.
“Muy probablemente con la llegada de los españoles esta gente toma como estrategia irse hacia el interior y alejarse de las zonas del río, que era por donde circulaban los conquistadores y se convirtió en un área peligrosa para ellos y decidieron migrar”.
Esta hipótesis es plateada por los investigadores porque a partir del siglo XVI y el XIX el área de Barrio Abajo no es ocupada. “No encontramos evidencia de que haya sido ocupada por grupos indígenas ni mestizo ni europeo y se vuelve a ocupar la zona con el crecimiento de la ciudad como sitio de libres”.
A partir del periodo Republicano, Barrio Abajo vuelve a poblarse nuevamente. En el laboratorio permanecen como muestras de esa época un peine de hueso, botellas de vidrio y hasta un cepillo de dientes de la época.
“Encontramos losa industrial, básicamente europea y eso nos habla de la historia de Barranquilla cuando se abre como puerto e incluso encontramos un plato con el logo de las compañías de vapor que transportaba artículos por el río y evidencia de vidrio”.
El equipo de investigación concluyó que la ciudad cuenta con un gran potencial arqueológico que hay que proteger y preservar con proyectos de arqueología preventiva para evitar que toda esta información se pierda definitivamente.